Las pulgas, aunque no son tan mediáticas como las chinches actualmente, siguen estando presentes en entornos cercanos al ser humano. Estos saltarines insectos pueden complicar la vida, entre otros, a perros o gatos, y sus respectivos dueños, si consiguen instalarse y reproducirse en los hogares. Cuando esto sucede... ¿cómo luchamos contra las diminutas y molestas pulgas?
Una estrategia para el control de las pulgas
Han cambiado mucho los tiempos desde que las pulgas de la rata (Xenopsylla cheopis) fueron responsables de propagar entre humanos la peste bubónica, actuando como vector del bacilo de la terrible enfermedad y causando graves epidemias, como la Peste Negra en Europa y Asia en los siglos XIV a XVII.
La peste bubónica es la infección más grave que puede transmitir al hombre este pequeño insecto pero no es la única, le acompaña también el tifus murino y, además, las pulgas tienen también la habilidad de ser huéspedes intermediarios y transmisores al ser humano de gusanos parásitos.
Existen cientos de especies de pulgas, entre ellas la pulga de la rata de alcantarilla (Nosopsyllus fasciatus), la pulga de la rata negra (Xenopsylla cheopis), la pulga común que parasita al ser humano (Pulex irritans), la del perro (Ctenocephalides canis) o la del gato (Ctenocephalides felis). Aunque tienen ciertas preferencias de huésped, ya sean ratas, perros o humanos, no tienen ningún problema en alimentarse de otros mamíferos, o incluso aves, si el hospedador habitual no está a su alcance.
Actualmente en Europa las pulgas no son, generalmente, responsables de la transmisión de enfermedades. Pero, sus picaduras siguen siendo muy molestas e irritantes y, al igual que pasa con las chinches de la cama, sus infestaciones pueden provocar un estigma social y problemas psicológicos en los afectados.
¿Dónde las podemos encontrar?
Las pulgas tienden a ser más especifícas de los entornos de anidación de sus hospedadores que de éstos propiamente, ya que mientras que los adultos pueden alimentarse de la sangre de una variedad de animales, las larvas requieren condiciones más precisas, que están más asociadas con los hábitats y los hábitos de anidación de los hospedadores que con las características de su sangre.
Mientras que las infestaciones de pulgas del ser humano (Pulex irritans) son actualmente poco comúnes, si que se dan problemas con pulgas en gatos o perros, que pueden extenderse a otros habitantes del hogar, y que pueden ser potenciadas por una limpieza inadecuada de las camas de las mascotas, la presencia de alfombras y las condiciones ideales de temperatura en el hogar para el desarrollo de las larvas.
Las pulgas ponen sus huevos, blancos y de aproximadamente 0,5 milímetros, indiscriminadamente en el pelaje o el plumaje de su hospedador o en su nido y ropa de cama. No se adhieren al hospedador y caen fácilmente del animal si se sacude o rasca.
Una infestación típica de pulgas suele componerse de un 5% de adultos, 35% de larvas, 10% de pupas y un 50% de huevos. Después de cada ingesta de sangre, una hembra pone entre cuatro y ocho huevos, y a lo largo de su vida, que puede durar hasta dos años, es capaz de producir entre 800 y 1000 huevos.
Tras la puesta, los huevos eclosionan en aproximadamente una semana, dando lugar a larvas blancas, sin patas y que miden aproximadamente 1,5 mm. Las larvas prosperan en los lugares oscuros y húmedos, como los lechos de animales o alfombras, y se alimentan de desechos orgánicos y excrementos de pulgas adultas. Estos últimos forman una parte valiosa de la dieta como fuente de sangre, que algunas larvas, todavia incapaces de atacar al hospedador, requieren para su desarrollo.
Después de 2 a 3 semanas, en las que mudan dos veces, las larvas tejen capullos en los que se convertiran en pupas y posteriormente emergeran como adultos, al ser estimulados por vibraciones que se produzcan a su alrededor. El ciclo de desarrollo de huevo a adulto se completa normalmente en 4 semanas, pero a bajas temperaturas tarda mucho más.
¿Cómo identificarlas y controlarlas?
Lo primero es examinar la situación para encontrar el foco de la infestación e identificar la especie de pulga que está causando el problema. Para ello, puede ayudar el uso de puntos de monitoreo de insectos. En el caso de que el hospedador primario sea un animal, es importante identificar las zonas frecuentadas por éste, ya que probablemente ahí se encuentre el origen de la infestación.
Para acabar con las pulgas toca aspirar: suelos, moquetas, cojines, grietas, muebles tapizados, etc. para quitar el pelo animal, los desechos orgánicos y las varias formas de pulgas presentes. La vibración causada por la aspiración también estimulara a los adultos a emerger de las pupas inactivas, haciéndolos vulnerables a los insecticidas. Al terminar, la bolsa de la aspiradora será abundante en huevos, larvas, pupas y pulgas adultas, asi que lo mejor será sellarla bien y depositarla en un contenedor de basura exterior.
La ropa del lecho de las mascotas debe eliminarse o lavarse en agua caliente jabonosa para eliminar las pulgas inmaduras y los adultos.
En los interiores, tras quitar todos los objetos presentes en el suelo de las zonas afectadas, el técnico de control de plagas aplica en todo el suelo un tratamiento con un insecticida de efecto residual . Los residuos del insecticida deben mantenerse intactos durante el mayor tiempo posible para asegurar la máxima actividad residual.
En los exteriores puede considerase el tratamiento del perímetro o el subsuelo del edificio con un insecticida residual. En el caso de que se haya identificado a ratas o ratones como fuente de la infestación hay que aplicar rodenticidas para eliminarlos. Si la fuente de infestación es un nido de aves o una madriguera de algun animal, también deberá eliminarse, siempre que no exista una protección legal de la fauna involucrada.
Una vez que el tratamiento se ha concluido, es predecible que se avisten pulgas, que eclosionan de huevos o emergen de las pupas, por lo que la eliminación total no se debe esperar, por lo menos hasta pasados diez días.