La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) ha iniciado hace ya unas semanas, con algo de antelación respecto a otros años, su descenso de los árboles para enterrarse y formar las crisálidas. Las orugas se convierten en este período en un peligro potencial para los ciudadanos y animales domésticos que entren en contacto con ellas, debido a los pelos urticantes que desprenden.
La procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) es un insecto lepidóptero defoliador, que además de ocasionar daños de consideración en pinos y cedros, puede provocar urticaria, lesiones y trastornos alérgicos graves en personas y animales. Es una plaga conocida, que se identifica fácilmente por la presencia de bolsas blancas en las ramas de los árboles, la falta de hojas alrededor de los mismos y, en la primavera, por las procesiones de orugas que descienden por el tronco y se desplazan por el suelo para enterrarse.
Probablemente por razones climáticas, el ciclo de la procesionaria parece estar sufriendo modificaciones y este año las orugas han iniciado ya en enero su descenso en diversas zonas de España, como en Barcelona, donde la afectación en determinados parques es ya muy notable. Con las temperaturas suaves en diciembre y enero los niveles de procesionaria han ido en aumento en algunos distritos de la ciudad, como Horta-Guinardó, Nou Barris y Sant Martí respecto al año pasado, mientras que en otros se mantiene igual o ha descendido.
El aumento o la disminución de la población de procesionaria depende de muchas variables, por ejemplo las lluvias dificultan la reproducción de las mariposas en verano, ya que los adultos sólo viven un par de días. Si las lluvias son muy intensas también pueden afectar a los primeros estadios larvarios y, si son muy abundantes, pueden reducir la viabilidad de las crisálidas enterradas. Por el contrario la falta de frío en los primeros estadios larvarios, a principios del otoño cuando las orugas son más sensibles al frío, evita su mortalidad.
El incremento en las temperaturas parece ser también el motivo de que la procesionaria esté produciendo afectaciones en zonas a más altitud y latitud que en años anteriores
Ciclo biológico de Thaumetopoea pityocampa
El nacimiento de las mariposas se inicia en la segunda quincena de junio y finaliza a finales de septiembre. En un plazo de tres días la mariposa realiza la puesta de huevos, en las agujas de los pinos o cedros, agrupados formando un cilindro de unos 3 cm. de largo y protegidos por escamas.
Al cabo de unas cinco semanas nacen las orugas, que viven de forma gregaria. Inicialmente se desplazan de un lugar a otro del árbol provocando fuertes defoliaciones y cuando llega el frío construyen los nidos, de pelos sedosos de color blanco, en las partes más soleadas del árbol, de donde salen para alimentarse.
En los meses de febrero y marzo, bajan de los árboles formando las características procesiones, buscando un lugar adecuado para enterrarse y convertirse en crisálida. No todas las mariposas nacen el primer año, sino que una parte importante lo hace a los dos o tres años y, algunas pocas, en años sucesivos.
Control de Thaumetopoea pityocampa
La procesionaria tiene algunos enemigos naturales como algunas aves insectívoras, hormigas, murciélagos o ciertos parásitos. No obstante, para controlar esta plaga en bosques y zonas urbanizadas son necesarias intervenciones humanas. De este modo se busca evitar su efecto negativo sobre los árboles, en los que la plaga provoca una disminución de capacidad de crecimiento, debilidad, predisposición al ataque de insectos perforadores o incluso la muerte en el caso de árboles jóvenes, así como la elevada peligrosidad para personas y animales de los pelos urticantes que desprenden las orugas.
La lucha mecánica mecánica contra la procesionaria incluye la retirada y destrucción de los nidos. Las bolsas de difícil acceso pueden también destruirse mediante disparos localizados. También, durante la época en que las orugas descienden de los árboles, es posible colocar unos anillos que rodean el tronco del pino o cedro y las capturan, evitando que lleguen al suelo.
En grupos reducidos de árboles es posible realizar tratamientos preventivos con fitosanitarios insecticidas inyectados en el tronco, que se difunde por el árbol y lo protege de las orugas.
Cuando el tratamiento preventivo no es posible, la aplicación de tratamientos correctivos con insecticidas por nebulización permite controlar las poblaciones de orugas. En el caso de Barcelona, la aplicación se realizó el pasado otoño con el insecticida biológico a base de esporas de la bacteria Bacillus thuringiensis, que produce la muerte de las orugas por ingestión.
Otras medidas complementarias son el uso de trampas con feromonas sexuales femeninas colgadas en los pinos, con las que se capturan los machos y se evita que puedan aparearse. Estas trampas son también un buen sistema de monitorización del nivel de infestación.
Finalmente, también favorece el control de Thaumetopoea pityocampa la colocación de cajas nido para proteger a las aves insectívoras, depredadoras naturales de las orugas.